La lucha por la visibilidad

luciano arruga

Luciano Arruga no es sólo una víctima más de la violencia institucional, de la maldita Policía Bonaerense. La misma policía que en forma insistente le había ofrecido robar en zonas liberadas de La Matanza. Su cara pintada en tantas paredes, en tantas banderas, representa la lucha por la visibilidad que tuvieron que afrontar sus familiares y amigxs en busca de la justicia.
Luciano se había topado con la policía en el destacamento policial de Lomas del Mirador, lugar inhabilitado para detenciones. Allí lo golpearon y amenazaron, hasta que su hermana logró sacarlo. A partir de entonces Luciano dejó de salir a la calle por miedo.
Mientras tanto, fue amplificándose el discurso sobre la “inseguridad”, acompañado de políticas que aumentaron los cuerpos armados “necesarios” para vigilar y mantener el orden.
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La noche de su desaparición Luciano pasó por su casa a buscar una campera. Dos testigos aseguran haber visto cómo lo golpeaban y metían en un móvil de la policía, que se desplazó por descampados en lugar de cumplir con el recorrido que tenía programado. Otro testigo lo vio en la Comisaría 8va. de Lomas del Mirador.
La investigación, después del reemplazo de la fiscal Roxana Castelli, cuenta con las pruebas más fuertes que datan de abril del 2009: el rastrillaje con perros, el registro de la circulación de los autos de la policía en los que había estado Luciano y el peritaje en el predio Monte Dorrego.
Pero también cuenta con ocultamiento e intentos por desviar la investigación: durante los primeros días, cuenta Mónica Alegre, la madre de Luciano, aparecieron dos personas por la casa, completos desconocidos, con el claro propósito de relacionar a Luciano con drogas.
El poder político, al igual que en la causa por la desaparición de Jorge Julio López, demostró con su indiferencia, la falta de voluntad por esclarecer el caso. Es el silencio que hay que aprender a escuchar: lo presente es inescindible de lo ausente. Por parte del Gobierno Provincial, recién en agosto de 2012 la familia de Luciano fue recibida por el gobernador de la Provincia. En esa reunión, Daniel Scioli se comprometió a mucho. Cumplió con poco. Más aún, el Gobierno Nacional dejó claro que sus intenciones no pasaban por dar apoyo y contención a la lucha por la justicia. En cambio, las organizaciones sociales y diferentes medios alternativos y populares comenzaban a levantar el caso como bandera de lucha, para denunciar la criminalización de la pobreza.
Tres meses después “Familiares y amigxs de Luciano Arruga” realizaron un acampe frente a la puerta del ex destacamento de Lomas del Mirador. Aún no habían recibido ni una sola respuesta por parte del Estado.
Ya en el corriente año, el Gobierno de la Provincia estuvo muy ocupado con decretar la “emergencia de seguridad” que salió en abril: “Servirá para aplicarles todo el peso de un Estado presente a los asesinos y a los delincuentes. Tenemos que ser dinámicos para perseguir, atrapar y encarcelar a los criminales”, decía Scioli.
El 23 de septiembre pasado, se realizó la primera audiencia pública en que lxs familiares tuvieron oportunidad de interpelar al Gobierno. En ésta se pidió compromiso político y acciones concretas. Como resultado, la Cámara de Casación impuso obligaciones de cumplimiento urgente a los Estados tanto Provincial como Nacional.
El 15 de octubre el Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires aumentó la recompensa económica para quienes aporten información fehaciente del caso. Dos días después se anuncia el hallazgo del cuerpo y se intenta explicar su muerte con un accidente de tránsito.
“Vencimos”, fueron las palabras de Vanesa Orieta, hermana de Luciano, en la conferencia de prensa del viernes pasado, donde se anunció el hallazgo del cuerpo. La historia de la causa refuerza la certeza de que la policía no está para dar seguridad, la certeza de que el Estado es cómplice e indiferente, la certeza de que los medios comerciales ocultan. Pero sobre todo, la certeza de que con la lucha se puede desocultar, escrachar, acercar, interpelar. Levantar una bandera que de otro modo no hubiese sido posible.

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