#8M desde el Caracol Morelia

Entre el 7 y el 11 de marzo se llevó a cabo el Primer Encuentro Internacional, político, artístico, deportivo y cultural de Mujeres que Luchan en el Caracol Zapatista de Morelia, en la zona de Tzotz Choj, Chiapas, México. Hay certezas de las dos mil compañeras zapatistas que desde los cinco caracoles fueron anfitrionas de este encuentro y se habla de alrededor de cinco mil mujeres más del resto del mundo.

El día 7 se dispuso para la bienvenida y el día 11 para la despedida. Miles de mujeres entrando y saliendo del Caracol, cientos de carpas decorando de color las montañas verdes chiapanecas y miles de ojos, oídos y corazones oyendo los discursos de apertura y cierre, llenos de convicción, de humildad, de deseos de corazonar (una palabra que escuché por primera vez en este Encuentro y que refiere a actuar, hacer, accionar desde el corazón y así hacerlo con calma pero firme, dándonos el tiempo de escuchar, conocer, dar lugar y alimentar así el intercambio con sinceridad y respeto). Los hombres que se acercaron invitados por alguna compañera, así como los hombres zapatistas, quedaron detrás de los alambrados que delimitan la entrada al caracol y allí se dieron el espacio para armar sus debates, sabiendo (de antemano o enterándose ahí, de repente) que adentro el espacio era nuestro.

El día 8 varias mujeres aun siguieron llegando al Caracol (a unas tres horas y media de San Cristobal de Las Casas y a muchas horas y kilómetros de cientos de sitios del resto del mundo que allí tuvieron sus representantes). Fue una jornada en la que las compañeras zapatistas, mediante intervenciones artísticas (teatrales y musicales en su mayoría) compartieron el modo en que crean y ven su mundo, el resto de los mundos y aquellos mundos posibles en pos de los cuales construir; intervenciones plenamente consecuentes con aquello por lo que hace más de 20 años luchan, se organizan, viven. Esa fue una gran oportunidad para  contemplar, escuchar, observar (y algunas curiosear, claro) para que en los días 9 y 10 sean talleres, pláticas, exposiciones, deportes y conversaciones bajo el resguardo de alguna sombra, las que se protagonicen de múltiples cuerpos, miradas y lenguas.

Cinco días de mujeres, de sabernos hermanas en medio de diferencias y similitudes, de saber que aquello se trataba de un primer encuentro y por tanto sí había dificultades que sortear y posteriores análisis que realizar, pero no más que aquellas posibilidades de disfrutar el estar allí, ya sea participando de alguna actividad programada o bien compartiendo el rato mientras el aire de las montañas, bien caluroso de día y bien frío de noche, golpeara en la cara, paspando los labios, enrojeciendo mejillas y atravesando las manos que se movían al aire a veces con puño cerrado y otras tantas simulando un aplauso silencioso para no interrumpir el taller que se estaba dando cerca.

En este Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, hubo intensos intercambios de escucha, de palabra, de lenguas y de miradas. Y acá compartimos algo de eso, para que el tiempo y el espacio que allí se compartió, se extienda y resuene.

 

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