Crónica de un nuevo fracaso golpista en Venezuela


En la madrugada del martes, un grupo de efectivos armados se apersonó en la casa donde cumplía su prisión domiciliaria el líder opositor venezolano Leopoldo López. Aseguraron que buena parte de las Fuerzas Armadas se habían levantado contra “el usurpador” Nicolás Maduro, que estaban a la orden del presidente de la Asamblea Nacional y autoproclamado presidente interino, Juan Guaidó, y lo sacaron de la casa donde cumplía una pena de más de 13 años de prisión.
Mientras la mitad del continente americano ha reconocido ya sus emisarios y representantes diplomáticos, en Venezuela ese poder no existe. Guaidó no tiene hoy ningún poder institucional, y tampoco puede recurrir a otras fuentes de poder político, como puede ser la calle. Los intentos de movilización que ha protagonizado en los últimos tres meses se han reducido a manifestaciones testimoniales, desfiles de un descontento inorgánico y atomizado que no logran incidir concretamente en el rumbo político del país. Y eso que motivos para el hartazgo en Venezuela sobran. Desabastecimiento, inflación, falta de insumos, de energía, de servicios públicos, inseguridad. La oposición venezolana ha sido históricamente incapaz de generar una plataforma política sólida para convertir esos malestares en un proyecto político claro, y se ha limitado, con mayor o menor violencia, a pedir el fin de los gobiernos chavistas.
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