“El sustento de Ortega es la represión, el control de las instituciones del Estado y el apoyo del capital”

En una transmisión especial realizada por Radionauta FM y Pulso Noticias, conversamos con Mónica Baltodano, nicaragüense, ex comandante guerrillera del FSLN y perseguida por el régimen del Ortega y Murillo; en la previa a un diálogo que se desarrolló en la Facultad de Trabajo Social de la UNLP, organizado por Feministas del Abya Yala, Pañuelos en Rebeldía, Contrahegemonía, la Coordinadora Migrante, Las Azucenas, el Frente Popular Darío Santillán – Corriente Plurinacional y Marabunta.

“Soy Mónica Baltodano. Vengo de Nicaragua. Fui partícipe de la lucha contra la dictadura de Somoza desde que tenía la edad de 15 años y me incorporé a la lucha guerrillera en el año 1972 y la clandestinidad en 1974. Por fin pudimos derrotar esa dictadura en el año 1979 y durante los diez años siguientes impulsamos transformaciones revolucionarias a través de la revolución popular sandinista. Después, en 1990, fuimos derrotados electoralmente y en 1999, yo tuve una ruptura con el liderazgo unipersonal y caudillesco de Daniel Ortega. Desde entonces hago una labor denunciando la deriva autoritaria y derechista de Daniel Ortega. Actualmente estoy en el exilio en Costa Rica y recientemente desnacionalizada por medidas represivas del régimen”, se presentó Mónica, repasando el derrotero del proceso sandinista.

El triunfo de la revolución, el ascenso sandinista al poder y la contrarrevolución

La revolución nicaragüense fue un proceso esperanzador en su momento y despertó la simpatías de camadas de generaciones militantes que establecieron distintos lazos de contacto y solidaridad con la revolución sandinista. “El 19 de julio de 1979 triunfó la última revolución armada del continente americano hasta el día de hoy”, destacó Baltodano. “Habíamos pasado más de 20 años con las armas en la mano luchando contra Somoza. Además inspirados por la Revolución Cubana que triunfó en 1959. Era una época en la que en nuestro continente florecían las guerrillas contra las dictaduras”.

Las expectativas estaban fundadas es transformaciones revolucionarias llevadas adelante de una manera novedosa, sin tanto dogmatismo. “No pensábamos en un partido único, pensábamos en pluralismo político; no pensábamos en expropiar y confiscar todo, sino en una economía mixta; no pensábamos en alineamientos con los bloques de poder, sino en conquistar un no alineamiento con una soberanía basada en la independencia de las grandes potencias”, detalló Mónica. “Tuvimos la campaña de alfabetización, la nacionalización de recursos que estaban en manos norteamericanas como las compañías bananeras, las mineras, las compañías pesqueras. Pero inmediatamente fuimos agredidos por Ronald Reagan, que ganó en 1981, y que incluye dentro de su programática la eliminación de la revolución sandinista”, agregó.

El apoyo norteamericano fue decisivo para inclinar la balanza en el campo de batalla de los “contras”. “Reagan inició su respaldo abierto a la contrarrevolución. Formada primero por ex guardias y ex militares de Somoza, pero que luego se alimentó de población campesina e indígena”.

Para Baltodano, “la revolución no se pudo desplegar en su plenitud porque el factor de la guerra fue demasiado cruento”. “Veníamos de una guerra contra la dictadura, con la destrucción de la infraestructura y más de 50 mil víctimas y esta otra etapa de la guerra fue muy costosa, no sólo en costos humanos sino en retrasar los programas sociales y económicos y las condiciones materiales fueron deteriorándose”, señaló, destacando a la inflación desbocada, la falta de insumos médicos y el desabastecimiento de alimentos como elementos que allanaron el camino para la victoria electoral opositora en 1990.

La transición: el FSLN como oposición y la vuelta al poder de Ortega

Luego de la derrota del sandinismo ante Violeta Chamorro, para Baltodano comienza el proceso de descomposición de la organización, marcado por distintos actos de corrupción de la dirigencia. “El FSLN como organización revolucionaria ya no existe”, afirmó categórica. “Lo que tenemos hoy es un aparato meramente electoral y ahora, también, de vigilancia en los barrios, subordinado completamente a Ortega y Murillo. No es un partido político, no hay congresos partidarios, comités regionales, la conducción nacional, que siempre fue colegiada, no existe”, agregó.

“Después de la primera victoria electoral, que fue con un 37% en 2006, Ortega realizó programas de carácter social, manejando la ayuda venezolana, que s manejó de forma privada. Y hubo un avance en sus redes clientelares, en sumar gente. Pero en los últimos años, desde antes de 2018, fueron perdiendo mucha base social por la profundización de la salida represiva. Cuentan con un 15% de la base histórica del sandinismo.”, repasó Baltodano.

Ante el interrogante de cuál es el sostén del régimen de Ortega, Baltodano afirmó que “su sustento está en la represión que realiza la policía y, subsidiariamente, grupos paramilitares; en el control que ejerce del conjunto de los poderes del Estado; y en el respaldo que todavía le da un sector del capital, sobre todo el capital financiero”.

La profundización represiva, la destrucción del lazo social y la resistencia

“En Nicaragua no hay libertad de expresión, de pensamiento, no hay medios de comunicación, todas las radios comunitarias fueron cerradas. Las organizaciones de mujeres, centros de atención a víctimas de violencia, centros de niñez, incluso organizaciones de la iglesia que hacen solidaridad en los barrios. Todas esas organizaciones han sido cerradas, pulverizando el tejido social que se construyó a lo largo de la revolución y en los años de los gobiernos neoliberales”, detalló Baltodano.

Ante la pregunta de cómo se desarrolla la actividad política en oposición al gobierno de Ortega, Baltodano explicó que “en una dictadura, todo lo que es organización es aplastada e inutilizada por un tiempo. Todo lo que era lucha o estaba en la cárcel, en el exilio o en los cementerios. En Nicaragua hay una población mayoritaria que repudia a Ortega, pero esa población está silenciada, fracturada, aterrorizada, sometida”.

“En Nicaragua no podemos hablar de una gran organización que articule los actos de resistencia en el territorio. Desde el exilio, entendemos que no el momento de realizar visibles actos de resistencia sino que es un momento de hacer la organización molecular, celular, por lo bajo, en formas clandestinas. Aunque el mecanismo sea la lucha no violenta, la lucha cívica, debemos hacerlo de forma secreta, clandestina, con medidas de seguridad muy estrictas”, señaló.

Y concluyó que la experiencia nicaragüense debe servir de análisis para las izquierdas del continente y para les propies nicaragüenses, que deben cuestionarse “cuáles fueron los factores que permitieron que una monstruosidad como la que estamos viviendo haya surgido de una organización revolucionaria”.

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