En su columna “Tejiendo Libertades”, Claudia Korol nos compartió unos escritos a raíz de su visita a Chile en el 50° aniversario del golpe de Estado a Salvador Allende.
“En 1973 ya estaba empezando mi militancia en el colegio secundario. En realidad, había empezado en 1972, con las movilizaciones contra la dictadura de Onganía, marchando con mis compañeras y compañeros del colegio. Como muchas y muchos jóvenes, mirábamos al gobierno socialista, o que quería ser y crear el socialismo, de Salvador Allende, con ojos de esperanza y compromiso. Teníamos toda la voluntad de ir a Chile, ser parte de ese proceso, participar de la campaña de alfabetización, de los murales que pintaba la Brigada Ramona Parra y de lo que fuera necesario. Pero no llegamos. Y el golpe fascista nos partió al medio”.
“Entonces con toda la rabia salimos a las calles, un día tras otro, gritando ‘Hermano chileno no bajes la bandera, que aquí estamos dispuestos a cruzar la cordillera’. Recién pudimos cruzarla una década más tarde, cuando nos sumamos como parte de las acciones estudiantiles, ya en ese tiempo universitarias, con las brigadas de solidaridad con el pueblo mapuche que organizaba la juventud chilena. Participamos de acciones solidarias en el año ’84, en el ’85 con el terremoto, comienzos del ’86 cuando pensábamos que se iba a terminar con Pinochet desde la rebelión popular. En ese año ’86, fuimos expulsadas y expulsados de Chile, después de compartir con mucha intensidad, tanto de las acciones y la rebeldía de la juventud chilena, como de esas fiestas inolvidables que duraban toda la noche, de toque a toque de queda, hasta el horario en el que éste se levantaba”.
“Después volví varias veces desde que pude levantar la inhibición de entrar a Chile. Y, como canta Silvio Rodríguez, ‘allá entre los cerros tuve amigos, tuve amigas’ que entre bombas de humo eran hermanas, eran hermanos. Tuve amigas, hermanas, compañeras. Y, entonces, regresar a Chile siempre es, para mí, desanudar un ovillo enredado de emociones y de nostalgias. Aunque lo hago con la esperanza de encontrar rastros, retazos de memoria en el aire, en los murales, en las charlas, en los abrazos con otras amigas”.
“Como decía, pasaron 50 años desde entonces, y tuve la oportunidad de volver en este aniversario. Cincuenta años es mucho, a veces es más que una vida, sobre todo en este continente. En mi caso, es toda una vida militante, por eso digo estas palabras con un pequeño temblor que me recorre la piel y que se guarda en el corazón. Estuvimos en el cementerio, junto a miles y miles y miles de chilenos y de chilenas, rindiendo homenaje a Salvador Allende, a Miguel Enríquez, a Gladys Marín, a Pedro Lemebel, a Víctor Jara, a los detenidos desaparecidos. Y tuvimos, una vez más, que tragarnos gases lacrimógenos disparados por los pacos. Bueno, no me llama la atención, porque todas las veces que fui a Chile, incluso en democracia, los 11 de septiembre recibí gases”.
“Pero sí quiero y necesito decir. ¿Era necesario Boric, que usted que se presenta como demócrata, repita el gesto de represión a quienes nos manifestamos? Que el dolor continúa, porque continúa la impunidad. Y más que los gases, me dolió el gesto desaprensivo, elitista, de un gobierno que pretende revestirse de defensor de los derechos humanos, pero que traza un cerco y crea una jerarquía, por la cual algunos y algunas pueden pasar por determinados lugares, y otros y otras no”.
“Quisiera recordarle a Boric y a algunos de los dirigentes socialistas y comunistas que lo acompañan (a quienes conocí en otras décadas) que quienes quedamos afuera de sus actos oficiales, somos parte de este continente profundo, por el cual dieron su vida Salvador Allende, la Gladys y tantos y tantas más. El sentir desde abajo, sin embargo, desbordó los corralitos impuestos por la memoria oficial, rechazó con dignidad e incluso denunció muchas ofertas de cooptación de las rebeldías. Por eso, la marcha del 10, las múltiples actividades que se realizaron el 11 y que se siguieron organizando durante todo septiembre, tienen la energía de quienes llevan en la piel, en la memoria propia y en la heredada, el gesto rebelde”.
“Memorable fue la danza de la cueca sola frente al Palacio de la Moneda, que 50 años atrás ardía. Memorable fue haber estado en el Estadio Nacional, escuchando una vez más a Intillimani, Quilapayún, Daniela Millaleo, y muchos otros y otras artistas de ayer y de hoy, reencantándonos con las canciones de Violeta Parra, de Víctor Jara, y de tantos compañeros y compañeras consecuentes con el canto del pueblo. Memorable fue escuchar las palabras de las compañeras feministas que denunciaron la violencia político-sexual en la dictadura y rechazaron embellecer sitios de memoria a territorios donde la misma se ejerció, malnombrados como la ‘venda sexy'”.
“Celebramos las vidas de quienes enfrentaron a la dictadura y a sus consecuencias, las políticas neoliberales que hasta hoy significan la agresión a la naturaleza, el ecocidio, la privatización y distintas formas de destrucción y contaminación de los territorios. La contrarreforma agraria, el extractivismo minero, la contaminación del mar que realizan las salmoneras, las pérdidas de derechos y de libertades. No nos olvidamos de los muertos, de las muertas, por las políticas neoliberales que implantó con violencia la dictadura, pero que se profundizan en todos los gobiernos, haciendo de la militarización y la represión al pueblo mapuche una historia cotidiana. Desde Lagos, Piñera, hasta Bachelet, Boric. No nos olvidamos de Matías Catrileo, de Macarena Valdez, de Camilo Catrillanca, y de tanto lamien, hermanos y hermanas, presos y presas, asesinados, perseguidos, perseguidas”.
“La memoria de esta resistencia se une a la memoria del estallido. Quienes perdieron sus ojos, quienes perdieron su libertad, quienes perdieron sus vidas, no tienen la posibilidad de participar de reconciliaciones. Nosotras no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. Como nos enseñaron las Madres: Ni un paso atrás. Por eso causa tanta indignación Boric, los abrazos con Piñera, el represor de la revuelta a quien llamaste como demócrata. El negacionismo socialdemócrata es tanto o más espantoso que el de los fachos. Abrazás, Boric, a los represores de hoy; mientras siguen en las cárceles. los presos y presas del estallido, los presos anarquistas, los presos mapuche e incluso los presos de la resistencia a la dictadura, como Ramiro, que fue comandante del Frente Manuel Rodríguez”.
“Por eso, por todos ellos, por todas ellas, desde la intemperie, llorando por los gases y por la rabia, gritamos ‘Libertad’. Por eso, frente a las memorias recortadas por conveniencia de los que gozan los privilegios del poder; por eso, frente a las memorias negadas por los fachos y fachas que vienen por todo. La fuerza del poder popular no se va a dejar avasallar. Y seguimos caminando en la intemperie, como siempre lo hicimos, con la energía que nos dan quienes no se rindieron ayer ni lo hacen hoy, quienes levantaron banderas de defensa de los derechos de los pueblos, de los territorios y de la vida, no para un puñado, no para un grupo, sino para todas y todos”.